El Teatro Central de Sevilla se inauguró en 1992 en los terrenos del que fue recinto de la Exposición Universal. El volumen del teatro es una caja dentro de otra caja, con un escenario móvil que permite todo tipo de…
El Teatro Central de Sevilla se inauguró en 1992 en los terrenos del que fue recinto de la Exposición Universal. El volumen del teatro es una caja dentro de otra caja, con un escenario móvil que permite todo tipo de posibilidades. El público igualmente varía de posición y de aforo en las distintas representaciones, bien sea a la italiana, isabelina, arena o conciertos. Hablamos de un volumen limpio, chapado en piedra natural, desnudo, sin ornamentación, que destaca entre la vegetación del borde del agua del río Guadalquivir. Está considerado como uno de los mejores teatros vanguardistas del país, y en él se programan habitualmente espectáculos de diferentes disciplinas, incluido el flamenco.
Basada en la “Historia de la vida de la estafadora y aventurera Coraje”, de Grimmelhausen, la acción de “Madre Coraje” se desarrolla entre 1624 y 1636, durante la llamada Guerra de los Treinta Años. La obra representa una metáfora de la sociedad en que vivimos, embarcada en una desaforada carrera hacia el éxito, hacia el culto al mercado y la propiedad y hacia el engaño y sometimiento con los más débiles. Se trata de un texto teatral que toma como referencia la guerra; pero no sólo se pronuncia contra ella sino contra la actitud del ser humano de apostar por un sistema de vida donde prime la ganancia, aún a costa de sacrificar la propia existencia y la de los seres más queridos. En la obra se pregunta al espectador por las opciones que tomaría en una situación de extrema crisis, como la que vivimos. Resulta, por tanto, de una tremenda actualidad, más aplicable a nuestro tiempo incluso, que a los días en que fuera escrita, justo antes del estallido de la segunda guerra mundial. Bertolt Brecht demuestra aquí una extraordinaria visión no sólo de su tiempo sino del futuro, que corresponde a nuestra época.
Como bailarina ya no existo más que para mí misma. Se es bailarín bailando y bailar es un estado efímero que depende de un instrumento inestable, el cuerpo, pronto a deshacerse, aún cuando a nivel interpretativo la madurez llega con el tiempo. Una contradicción difícil de admitir y de vivir. Así como se nombra años-luz al tiempo que nos separa de las estrellas, se podría llamar años-cuerpo al tiempo de vida útil del bailarín.
Malgama, un ser nacido del pozo del olvido, lugar de destierro para toda aquella obra que ha tenido el atrevimiento de salirse de los cánones establecidos. Nuestro protagonista padece la eterna insatisfacción de no sentirse completo. Esa inquietud por desarrollarse en todo su potencial será el motor que le conduzca a evolucionar, el impulso en el descubrimiento de aquello que dará sentido a su vida.
Una suerte de artistas creadores a través de la palabra y del baile se adentra en los contrastes más absolutos, traspasando cualquier límite. Hablan distintos lenguajes, pero su nexo es el flamenco. Si hay algo que caracteriza a la Compañía Marco Vargas & Chloé Brûlé es la contiinua búsqueda en su apuesta por traspasar fronteras. El resultado siempre desemboca en un carácter humano que se traduce con nitidez y llega a cualquier espectador. Ahora se asoman a una unión con artistas de madurez y notables trayectorias por separado: Junto a ellos, Juan José Amador -colaborador en anteriores espectáculos de la compañía-, un innovador constante y claro referente la senda del flamenco. Completando la escena, Mansilla y su universo poético.